En la barrica

En la antigüedad, los toneles eran simples recipientes para el vino y muy eficientes para su transporte. Con el paso de los años y el dominio de la técnica de la crianza en barrica, se han convertido en afinadores del vino que adquieren consistencia y estabilidad en el color. 



El objetivo de la crianza en barrica es aportar oxigenación y tanino al vino, para hacerlo más complejo, redondo y con carácter. Actualmente, existe una alternativa al uso de la barrica en forma de chips, cubitos y duelas de roble que se utilizan para lograr el efecto de la barrica pero a un coste muy inferior.

No todos los vinos son aptos para la crianza en barrica, ya que deben tener una estructura interna apropiada para resistir la potencia de la madera. Si el vino carece de cuerpo no tendrá una buena evolución en madera y eso se notará demasiado en la cata (vino maderizado).

Una vez completa la fermentación alcohólica es el momento de decidir qué vinos serán aptos para la crianza, qué tipo de barrica se utilizará y cuánto tiempo permanecerán en ella. Otras veces se decide que ciertos vinos terminen la fermentación alcohólica en las barricas, donde posteriormente realizarán la maloláctica y la crianza sobre lías, sobre todo en vinos blancos, para aportar mayor untuosidad.

Las barricas, normalmente, suelen ser de madera de roble, aunque también se han utilizado madera de castaño, cerezo, etc. El roble puede ser americano o francés, aunque actualmente también se comercializan de origen húngaro o rumano.

El roble americano (Quercus alba, Q. montana o Q. virginiana) procede de bosques de Missouri, Wisconsin, Illinois, Virginia e Indiana. Posee una porosidad más amplia por lo que el vino obtiene más rápidamente los toques de la madera, su oxidación es más pronunciada y pierde su astringencia y dureza más pronto. Posee mayor contenido en componentes polifenólicos y aromáticos  pero aporta menor cantidad de taninos, por lo que es aconsejable, por tanto, para crianzas cortas, entre seis y diez meses o para una primera guarda de vinos con taninos abundantes y buena estructura. Los aromas típicos que suele aportar el roble americano son: madera, resina, clavo de olor, tabaco, pan tostado y café.

El roble francés (Quercus robur o Q. petrea) posee una porosidad menor que el americano, por lo que el vino preserva mejor su carácter varietal. Puede proceder de distintas zonas como Tronçais, Limousin, Allier y Nevers. En Limousin, con la técnica del bosque bajo crece el Quercus robur o pedunculata, con una madera más porosa que el resto de robles franceses, con un grano más grueso y una mayor cantidad de polifenoles. En los bosques de Tronçais, Vosgos o Allier, crece el Quercus petrea o sessilis con la técnica de bosque alto, dando una madera menos porosa, de grano más fino y menos cantidad de polifenoles.
En general, aportan más taninos que el americano y los componentes aromáticos típicos son: vainilla, especias y almendras tostadas. Es ideal tanto para la crianza de tintos como para blancos.

Dependiendo de su capacidad, las barricas se denominan de la siguiente manera: bordalesa de 225 l, borgoñona de 300 l, bota jerezana de 500 l, fudre entre los 500 y 1000 l y la cuba con más de 1000 litros.

El primer paso para su fabricación es el secado de la madera. Puede realizarse de manera artificial o natural. El secado artificial tiene una duración de un mes a 60ºC aunque pueden obtenerse sabores a madera verde. El secado natural, a la intemperie, dura unos 36 meses en el roble americano y 18 en el francés. 

Duelas de roble francés y americano puestas a secar
Tras este periodo, se obtienen las duelas que compondrán la barrica. Una barrica bordalesa, por ejemplo, consta de 22-28 duelas. Dependiendo de la procedencia del roble, las duelas se cortan de distinta manera. En el roble americano se obtienen por aserrado pudiendo aprovechar más toda la madera, mientras que en el roble francés los cortes son por hendido, de forma paralela a los radios medulares de la madera. Esta diferencia implica que la barrica de roble americano sea mucho más barata que la de roble francés.

Diferencias de porosidad entre roble francés y americano. Diferencias de corte H (hendido) y A (aserrrado)
Para darles la forma curva a las duelas, previamente se mojan y se someten a fuego. A esto se le llama el tostado, y puede ser ligero, medio (el más común) o alto. El tipo de tostado también influirá en el resultado final del vino.

Colocación de duelas y tostado

A medida que aumenta la intensidad del tostado disminuye la intensidad olfativa y el aporte de taninos, disminuye los aromas de nuez de coco, y aumentan especialmente las notas de tostado, de especiado y de ahumados. Las notas de vainilla también se incrementan con el grado de tostado, pero sufren una disminución cuando se alcanza un grado de tostado muy fuerte.
El tostado medio, otorga un mejor equilibrio entre las notas de nuez de coco, de vainilla, de tostado, de ahumado y de especias. Además, en un tostado medio el aporte de taninos elágicos suele considerarse el correcto para complementar la estructura del vino. No obstante, debemos tener en cuenta que cada tonelería tiene sus propios criterios de tostado. 

Colocación de flejes, apertura de esquive y corte de la tapa o fondo
Tallaje del jable, tapa o fondo y su colocación
Las tapas o fondos se fabrican en secciones o partes que se unen con clavos sin cabeza (fitas). Entre las secciones de la tapa se colocan hojas de anea como elemento de estanqueidad. Cuando se considera que la madera está lo suficientemente templada, se inicia la colocación de los aros en el banco de cercenar. Se talla el jable donde deberán encajar los cantos de las tapas o fondos y finalmente se coloca cada aro definitivo impregnado con engrudo (harina y agua) para tapar los posibles poros o fisuritas que pueda tener. 

Después, las barricas se limpian, se colocan los flejes definitivos y se someten a la prueba de estanqueidad. Por último, se personalizan con láser y se disponen en palets.

Prueba de estanqueidad, láser y paletizado.
Para aquel que quiera profundizar en las transformaciones sufridas por los componentes químicos del vino durante la crianza en barrica, puede consultar este artículo técnico.

La vida útil de una barrica es limitada, permitiendo la microoxigenación del vino durante unos 8 años. Dependiendo del tipo de vino que contenga, es apta para la separación de sedimentos por trasiega durante unos 40 años. En vinos de calidad supone la renovación de todo el conjunto cada 10 años, a razón de un 10% anual. En los vinos de crianza biológica no oxidativa (como los vinos de Jerez) existen barricas centenarias.

Llimpieza de barricas usadas, y las utilizadas en el sistema de soleras y criaderas.
El tiempo de crianza viene regulado por las denominaciones de origen y se indican en la etiqueta. Dependiendo del tiempo de crianza, el vino se denomina de la siguiente manera: crianza, mínimo de 6 meses de madera; reserva, mínimo 12 meses y gran reserva con dos años de barrica. 
Finalizada la crianza en barrica, los vinos se embotellan, donde permanecerán otro período de crianza reductora (ausencia de oxígeno) donde el vino se suavizará y equilibrará los taninos aportados por la madera. Este periodo también estará regulado por cada denominación de origen. 

Fotos realizadas en Botería Torner (Sant Cugat de Sesgarrigues, Barcelona)